La mayoría de los pacientes cuando son diagnosticados preguntan al equipo oncológico: ¿ qué tipo de cáncer tengo? ¿ cuál es el paso a seguir? ¿hay tratamiento para mi tipo de cáncer? ¿en qué estadio se encuentra la enfermedad? entre otras tantas que se plantean desde el sitio del paciente. Estas preguntas son además de lógicas, necesarias a la hora de comenzar a transitar un camino absolutamente desconocido, por personal y particular, ya que no todos los diagnósticos son iguales en causas, tratamientos, grado de avance o estadio, y sobrevida o pronostico, variando de persona a persona.
Además de entrar en ese túnel de preguntas, muchos vuelven de esa consulta con otras preguntas, por decirlo, más intimas y que en general no se hacen en ese encuentro. Me refiero a preguntas de lo más dolorosas como transformadoras. ¿ Me moriré ? ¿Por qué me ha tocado pasar por esto ? ¿ qué harán -mis hijos, mi pareja- mi familia, etc. - mis seres queridos sin mí? ¿ qué habré hecho para merecer esto? y casi sin querer, esas son las preguntas que empiezan a golpear en el pecho. En este andar de puras incógnitas y ansiedad (en especial, el tiempo antes al diagnostico, el ir de aquí para allá con los estudios y sus resultados) la angustia se acerca cada vez más, casi sin imaginarlo. Pero esa angustia es angustia entremezclada, hay un caos entre las preguntas "técnicas" y esas del alma.
Desde Entre Lazos y Trazos, estoy convencida que las preguntas más importantes, son aquellas últimas, las del alma. De ellas se trata este Blog.
Cómo fue el transcurso de mis vivencias cercanas a la enfermedad? primero mi madrina. después un tío al que le siguió mi padre, su mejor amigo, y ahora una de mis hermanas y mi mejor amiga.
No termina aquí, no. La lista sigue. Cómo que sigue? Sí, continúa con una cantidad considerable de personas que por mi último trabajo (administrativo en salud) se acercan a mí en situaciones similares, con diagnósticos similares, y claro está, con vibraciones similares. Pasado un tiempo, una de las enseñanzas que me dejaron, fue algo que parece simple y por terquedad o naturaleza, los seres humanos nos empecinamos en complejizar.
Ahora viene lo gordo, lo pesado de verdad.
Todas estas personas con las que me "tocó" tratar, les unían las mismas preguntas. Lo común, lo que compartían y comparten, todas ellas, sin saberlo, son esas preguntas del alma, esas que en su mayoría toca abrazar por sombrías que sean, hacerlas propias y aceptar que para la mayoría no hay respuestas.
Cómo se puede vivir y transitar una enfermedad, sin tener esas respuestas?
Planteado así parece incomprensible, verdad? pero les aseguro que no.
Recuerdo que hablaba con Juan sobre esto. Juan es paciente de cáncer de próstata. Lo conocí desde los primeros estudios que finalmente arrojaron aquel resultado. Cada vez que lo veía, llegaba con su archivo personal de estudios, resultados e informes. Un día, llegó con Espe (Esperanza) su esposa. Me contaron que llevaban mucho tiempo casados, algo así de más de 40 años, que tenían hijos y nietos, y que ahora iban más a casa a visitarlos. Después de aquella vez donde conocí a Espe, Juan llegó sólo, se sentó y en un tono de voz muy baja, me dijo: " Estoy mal por Espe, porque pienso ¿ qué va a ser de ella sin mí? "
Así fue como Juan me hizo unir los puntos hacia atrás. Puntos que hasta ese momento no tenían explicación, ni unión ni nada. Parecían hechos aislados y sin nada que ver uno con otros. Los puntos son las experiencias con personas que al igual que Juan ya había tenido antes, enseñándome un cantidad de lecciones de vida pero que hasta ese momento no había logrado visualizar para construir lo que llamo "el puente".
Puente? Sí, aunque confieso, que de niña tenía miedo a los puentes, al vacío que implicaban, al riesgo, ese de caer y morir.
Cómo superé ese miedo? Lo transformé uniendo puntos y creando un puente, pero no sin antes abrazar esa sombra que era la posibilidad de que la muerte se acercara sigilosamente y sin avisar. El "truco" fue cruzar puentes. El truco es que para quitarle el miedo a algo, hay que abrazarlo, hacerlo propio y reconocerlo como parte de un todo que somos.
Hay una afirmación que me fue útil en la construcción de mi puente: ¿alguno de nosotros evitará la muerte? y la respuesta fue contundente: no. Entonces la pregunta es otra. Hoy la pregunta que me hago es ¿ cómo quiero vivir el tiempo que tenga para vivir?
Esa pregunta tiene un abanico de respuestas y es allí donde el puente se ilumina.
Y tú te has preguntado ¿ cómo quieres vivir?
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